Semillas de los árboles
De aguas minerales el verde tálamo,
se ha roto con la densa oscuridad
durante el parto de la madrugada.
En la piel de los muslos se ha esparcido
la fragancia de millares de gotas
plateadas de las que han germinado
las fecundas semillas de los árboles.
La leve cintura del mar
ha atrapado al viento en las colinas
de algas y arrecifes
que han moldeado la fuente de los sueños.
He salido al camino
bordeado de sangre de amapolas,
me han llevado los pies
entre los altos cedros
a la mansión que habita
la luz de la memoria..
A veces me siento
Árbol eres,
musgo eres,
eres violetas con viento sobre ellas.
Ezra Pound
A veces
me siento eternidad de los cipreses
y el azul me contempla desde arriba.
A veces
me siento tierra húmeda,
laberinto de raíces,
camino de hormigas
enredados en tinieblas de barro
recorriendo la paz de los marjales.
Me siento parte de su enmudecida
voz. Oscuro fragmento impertérrito
devorado por la muerte,
germinando semillas en su seno
inerte de fría piedra destruida.
A veces deseo
ser líquido lechoso y verde
en las ramas que esculpen las encinas.
Algunas veces,
un rodar en las playas,
solo materia plástica
que compone las huellas
de tu paso incierto,
atrapando en tus pies el rumbo acuático
de doradas mareas crepusculares
en los nítidos mares de poniente.
Busca el sueño cárdeno de mi piel
en el fino perfil del horizonte
oscurecido en garras de la noche.
Vapores violáceos
El humo amarillo que se restriega el hocico en los cristales
de las ventanas
metió la lengua en los rincones del atardecer
…se enroscó una vez más en torno a la casa y se quedó dormido.
T. S. Eliot
Me escuece la perplejidad de las horas
frotándome los ojos.
La esfera en la que giran mis pasos
navega en universos ignorados.
Hemos cerrado las calles de la noche
envueltos en vapores violáceos,
contaminados de la lluvia ácida
recogida en el techo de zinc,
en el que repiquetean
las punzantes gotas de madrugada,
impregnadas de aromas de la tierra,
de enebros y azúcares de caña..
El denso humo que ocupa los rincones,
nubla el eco de palabras de insomnio
en las paredes
desgastadas por el uso y el maltrato.
Hemos cerrado las calles de la noche.
Alucinaciones de oro falso,
juego de manos en rincones sórdidos
y estrechos en los que el amor se asfixia
entre el asfalto.
Tu mano sobre el cielo
No me digas jamás ni siempre.
Búscame.
J.A. Valente
La luz vertical ha partido en dos
mi única ventana.
La fisura de sombras se ha llenado
de manantiales transparentes, de hojas
húmedas con manchas de tinta azul
dibujando tu mano sobre el cielo.
Has retirado tu sombra del suelo,
y la escondes en manos del olvido
en baúles rebosantes de recuerdos.
Tu imagen desapareció de mis ojos
sumergiéndose en brazos de la noche;
la guardas bajo llave de silencio
que arrojaste al abismo de la ausencia
en los negros caminos de la muerte.
Foto desgastada
¿Por qué no corren estos pies? ¿Por qué no se escapan de este sitio donde los instantes cojean arrastrando cadenas?
Helen R. Fogelquist
El espejo en que miro
lo absurdo de tus labios
me devuelve la foto
desgastada en la bruma de los días.
Se repite en sepia una y otra vez
la imagen en los cristales que cubren
el suelo de la ausencia.
La finitud del tiempo no perdona
el perfil de las cosas importantes.
Los relojes no entienden en su giro
la nitidez extrema del recuerdo.
Los minutos devoran los detalles
en los que el silencio
se esconde en los rincones,
sepultando la luz de madrugada
que dibujó en el aire
la línea fugaz de un suspiro.
Creación
A ti, yo te querría
fluyendo encima de mi como el agua…
Ezra Pound
Voy hacia ti
a punto de estallarme en flores
en la umbría navegable de mi sombra.
El único sonido
que rompe mi silencio
son palabras preñadas
de inocencia blanca que no escapan
de la cárcel del cuerpo.
Voy a punto
de crecerme en árbol hasta el cielo,
ciprés de la altura en la que habito
con los sueños de ti
que bogan en estrellas
de luz por mi universo.
Creadora me siento
de mundos embriagados
de tu imagen. Mi verbo
se hace carne en tu medida y exploro
lo insondable del océano,
devorando a dentelladas el aire
de tu brisa.
Cosechas
En amplios pañuelos de seda azul
he guardado la fibra
sensible de tu nombre.
La que teje la emoción que puebla
los resquicios de la noche y amanece
en luz de madrugada,
en el aire que contiene tu latido.
La verde humedad de mis entrañas
alimenta la piel
del musgo que brota en la cara norte
de mi celeste cuerpo,
tapizando mis poros de esmeraldas.
Todos los bosques secretos del mar
se alojan en cordilleras de luz
repobladas de grutas escondidas,
esperando desde un remoto origen
la mano que recoja las cosechas
que crecieron salvajes, primitivas,
con la pureza creadora de dioses
en el primer instante de la vida.
Humo
Me he derramado en lágrimas
en blanco mantel de hilo
bordado de azucenas.
Se derrite la cera,
marfil rugoso y pálido,
en la mesa oscura de tiempo y humo.
Volutas grises de exactas perlas cultivadas,
que se enroscan en lámparas
de profundo cristal
colgando en cadenas de moho y escarcha.
Se desperezan voluptuosamente,
perezosamente, así,
como novia despierta en la mañana
en suite de lujo y de lujuria.
Se cuelan en los resquicios de todas
las uniones, incluso en las que el viento
helado no se atreve.
Humo liviano envuelve mi tristeza
con su gris capa de seda antigua
y ligeros abrazos,
como una lejana estrella se arropa
dentro del firmamento.
Muchedumbre
Manchas abigarradas
carentes de armonía,
describen la forma irregular de la
inmensa muchedumbre
que trajina en las calles,
las horas laborables de los días.
Mareas humanas
arremolinándose en las grises
esquinas donde tu larga silueta,
trazada con los dedos de mi sangre,
me acompaña nítida
entre rostros borrosos de la gente.
¡Se me hace tan largo el tiempo que corre
ansioso tras los trenes,
en atascos ruidosos
de negras calles en las que el reloj
parece detenerse!
La suma de ruidos que se originan
en todos los rincones,
crea en torno a mis sentidos
un desgarro interior
de células sensibles
que buscan en la paz de tu contacto,
el vínculo de verde sabia acuática
que renueva el agua en mis raíces.
Se extiende la noche
La noche extiende sobre las calles
sus finos tentáculos de aguja
se clavan en el movimiento agreste
de caderas cimbreantes
en torno al talle
que estrecha la cintura
con brazos de tinieblas.
La soledad de los pasos,
tambor de hojalata
estremeciendo la curva del sonido.
La eterna noche se esconde profunda
en los rincones,
su helada mano me cierra los párpados
sin sueño;
ilumina entorno a los faroles
el leve espacio en que tus huellas
brillaron en los charcos
el instante preciso de unos besos.
Ofelia
He llegado muy tarde al rodaje
de mi escena,
el golpe seco de la claqueta ha
roto el silencio
salpicando el aire
de rojas y encendidas amapolas.
No he muerto.
Ya no seré Ofelia
flotando en un lecho oscuro de agua
salpicado de flores;
ni llevaré los crueles instrumentos
del martirio en las manos.
Ya no seré cenizas arrastradas
por el viento, luego pertinaz polvo,
sobre la lacada superficie
de un piano.
La forma de mi piel
Quiero verter en la forma de mi piel
el agua de tu aliento,
que los torrentes que te fluyen
colmen mis aguas subterráneas.
De debajo de la piel
me nacen caracoles,
me crecen helechos verdes de viento
que acunan en sus brazos
los besos sin palabras.
Las cerezas en flor han estallado
al roce clandestino de mi mano
esculpiendo la tierra del camino.
Serán gotas de licor en los labios
entreabiertos, color de la pasión
colgando bajo las luces del cielo
del deseo. El viento de levante
abandonará los frágiles pétalos
en las duras aristas de las piedras.
Macondo
“El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”
Gabriel García Márquez. “Cien años de soledad”
“Tu identidad se rompe como el agua
Y cae de la altura de los siglos”
Juan Miguel Jerónimo
Persigo las rutinas de las fechas
en la bruma del tiempo detenido,
el círculo que mantiene en tu órbita
la vigilia y el sueño que he perdido.
Has paseado tu estatura
por las calles de Macondo,
aldea literaria muerta
en el olvido de las sombras.
Me camina por dentro la soledad
de siglos y milenios,
termita que devora mis entrañas,
viento que cubre la faz de mis senderos.
¿Bajo qué lápida escondidos
yacen los bordes de mi cuerpo?
He buscado mi nombre envejecido
en piedra de memoria
que consiga inmortalizar mi esencia.
Las esquirlas del tiempo
me saltan a los ojos
cegando la identidad que me contempla.
Divinidad ausente
Voces claman dentro de las montañas
que el dolor ha construido
en la elevada cima del olvido.
Territorio alejado de los dioses
construido con perlas de destino,
con ese silencio líquido de ámbar
Y rajado en jirones de lamentos.
La divinidad está ausente
de la hojarasca muerta del otoño
que el viento de poniente
cruje con rabia entre sus dedos húmedos.
Oxígeno gorgotea en los pulmones
de seres que vivieron otro tiempo,
que nacieron de escarcha de rocío
dentro de habitaciones empedradas
de mísera tristeza
compartiendo las noches con los muertos.
Sopas ardientes quemaron sus labios
y tosieron estrellas sus pulmones,
ningún beso abrasó su frente
ni desnudaron su cuerpo ante el deseo.
Respirando angustiosamente
los últimos latidos de la vida,
se cavan sepulturas en la tierra,
bajo alguna luna florecida
en la rosada rama de un almendro.
Lo que no busco
No busco un actor para una tragedia
shakesperiana,
ni un Cid Campeador con cota de malla
sudando sangre, atravesando la dura
estepa castellana.
En el camino quedaron rotas las hojas
de los cuentos y la imagen de príncipes
azules dibujados en páginas doradas.
No busco levantar murallas chinas,
ni tapias en el huerto
que ha florecido bajo mi ventana,
Ni poner límites al horizonte,
ni malecones al mar,
ni eternizar mis huellas en la playa.
Hola Antonia, tienes un blog lleno de muchas cosas que me gustan. La lectura de tus poemas me ha reconfortado. Bien por Ofelia!Raquel
ResponderEliminarGracias, Raquel: hasta hoy no había visto tu coementario. Se ve que no tenía bien configurado lo de los comentarios. Me ha alegrado mucho leer tus palabras. Besos
ResponderEliminar