domingo, 18 de abril de 2010

Leve cintura del mar. Antología de poemas de Antonia Toscano

Semillas de los árboles

De aguas minerales el verde tálamo,

se ha roto con la densa oscuridad

durante el parto de la madrugada.


En la piel de los muslos se ha esparcido

la fragancia de millares de gotas

plateadas de las que han germinado

las fecundas semillas de los árboles.


La leve cintura del mar

ha atrapado al viento en las colinas

de algas y arrecifes

que han moldeado la fuente de los sueños.


He salido al camino

bordeado de sangre de amapolas,

me han llevado los pies

entre los altos cedros

a la mansión que habita

la luz de la memoria..

A veces me siento

             Árbol eres,

            musgo eres,

            eres violetas con viento sobre ellas.

                                             Ezra Pound

A veces

me siento eternidad de los cipreses

y el azul me contempla desde arriba.


A veces

me siento tierra húmeda,

laberinto de raíces,

camino de hormigas

enredados en tinieblas de barro

recorriendo la paz de los marjales.


Me siento parte de su enmudecida

voz. Oscuro fragmento impertérrito

devorado por la muerte,

germinando semillas en su seno

inerte de fría piedra destruida.


A veces deseo

ser líquido lechoso y verde

en las ramas que esculpen las encinas.


Algunas veces,

un rodar en las playas,

solo materia plástica

que compone las huellas

de tu paso incierto,

atrapando en tus pies el rumbo acuático

de doradas mareas crepusculares

en los nítidos mares de poniente.


Busca el sueño cárdeno de mi piel

en el fino perfil del horizonte

oscurecido en garras de la noche.


Vapores violáceos

El humo amarillo que se restriega el hocico en los cristales

de las ventanas

metió la lengua en los rincones del atardecer

…se enroscó una vez más en torno a la casa y se quedó dormido.

T. S. Eliot

Me escuece la perplejidad de las horas

frotándome los ojos.


La esfera en la que giran mis pasos

navega en universos ignorados.


Hemos cerrado las calles de la noche

envueltos en vapores violáceos,

contaminados de la lluvia ácida

recogida en el techo de zinc,

en el que repiquetean

las punzantes gotas de madrugada,

impregnadas de aromas de la tierra,

de enebros y azúcares de caña..


El denso humo que ocupa los rincones,

nubla el eco de palabras de insomnio

en las paredes

desgastadas por el uso y el maltrato.


Hemos cerrado las calles de la noche.

Alucinaciones de oro falso,

juego de manos en rincones sórdidos

y estrechos en los que el amor se asfixia

entre el asfalto.

Tu mano sobre el cielo

No me digas jamás ni siempre.

Búscame.

J.A. Valente

La luz vertical ha partido en dos

mi única ventana.


La fisura de sombras se ha llenado

de manantiales transparentes, de hojas

húmedas con manchas de tinta azul

dibujando tu mano sobre el cielo.


Has retirado tu sombra del suelo,

y la escondes en manos del olvido

en baúles rebosantes de recuerdos.


Tu imagen desapareció de mis ojos

sumergiéndose en brazos de la noche;

la guardas bajo llave de silencio

que arrojaste al abismo de la ausencia

en los negros caminos de la muerte.

Foto desgastada

¿Por qué no corren estos pies? ¿Por qué no se escapan de este sitio donde los instantes cojean arrastrando cadenas?

Helen R. Fogelquist

El espejo en que miro

lo absurdo de tus labios

me devuelve la foto

desgastada en la bruma de los días.


Se repite en sepia una y otra vez

la imagen en los cristales que cubren

el suelo de la ausencia.


La finitud del tiempo no perdona

el perfil de las cosas importantes.


Los relojes no entienden en su giro

la nitidez extrema del recuerdo.


Los minutos devoran los detalles

en los que el silencio

se esconde en los rincones,

sepultando la luz de madrugada

que dibujó en el aire

la línea fugaz de un suspiro.

Creación

A ti, yo te querría

fluyendo encima de mi como el agua…

Ezra Pound

Voy hacia ti

a punto de estallarme en flores

en la umbría navegable de mi sombra.


El único sonido

que rompe mi silencio

son palabras preñadas

de inocencia blanca que no escapan

de la cárcel del cuerpo.


Voy a punto

de crecerme en árbol hasta el cielo,

ciprés de la altura en la que habito

con los sueños de ti

que bogan en estrellas

de luz por mi universo.


Creadora me siento

de mundos embriagados

de tu imagen. Mi verbo

se hace carne en tu medida y exploro

lo insondable del océano,

devorando a dentelladas el aire

de tu brisa.

Cosechas

En amplios pañuelos de seda azul

he guardado la fibra

sensible de tu nombre.


La que teje la emoción que puebla

los resquicios de la noche y amanece

en luz de madrugada,

en el aire que contiene tu latido.


La verde humedad de mis entrañas

alimenta la piel

del musgo que brota en la cara norte

de mi celeste cuerpo,

tapizando mis poros de esmeraldas.


Todos los bosques secretos del mar

se alojan en cordilleras de luz

repobladas de grutas escondidas,

esperando desde un remoto origen

la mano que recoja las cosechas

que crecieron salvajes, primitivas,

con la pureza creadora de dioses

en el primer instante de la vida.


Humo

Me he derramado en lágrimas

en blanco mantel de hilo

bordado de azucenas.


Se derrite la cera,

marfil rugoso y pálido,

en la mesa oscura de tiempo y humo.


Volutas grises de exactas perlas cultivadas,

que se enroscan en lámparas

de profundo cristal

colgando en cadenas de moho y escarcha.


Se desperezan voluptuosamente,

perezosamente, así,

como novia despierta en la mañana

en suite de lujo y de lujuria.


Se cuelan en los resquicios de todas

las uniones, incluso en las que el viento

helado no se atreve.


Humo liviano envuelve mi tristeza

con su gris capa de seda antigua

y ligeros abrazos,

como una lejana estrella se arropa

dentro del firmamento.


Muchedumbre

Manchas abigarradas

carentes de armonía,

describen la forma irregular de la

inmensa muchedumbre

que trajina en las calles,

las horas laborables de los días.


Mareas humanas

arremolinándose en las grises

esquinas donde tu larga silueta,

trazada con los dedos de mi sangre,

me acompaña nítida

entre rostros borrosos de la gente.


¡Se me hace tan largo el tiempo que corre

ansioso tras los trenes,

en atascos ruidosos

de negras calles en las que el reloj

parece detenerse!


La suma de ruidos que se originan

en todos los rincones,

crea en torno a mis sentidos

un desgarro interior

de células sensibles

que buscan en la paz de tu contacto,

el vínculo de verde sabia acuática

que renueva el agua en mis raíces.

Se extiende la noche

La noche extiende sobre las calles

sus finos tentáculos de aguja

se clavan en el movimiento agreste

de caderas cimbreantes

en torno al talle

que estrecha la cintura

con brazos de tinieblas.


La soledad de los pasos,

tambor de hojalata

estremeciendo la curva del sonido.


La eterna noche se esconde profunda

en los rincones,

su helada mano me cierra los párpados

sin sueño;

ilumina entorno a los faroles

el leve espacio en que tus huellas

brillaron en los charcos

el instante preciso de unos besos.

Ofelia

He llegado muy tarde al rodaje

de mi escena,

el golpe seco de la claqueta ha

roto el silencio

salpicando el aire

de rojas y encendidas amapolas.


No he muerto.


Ya no seré Ofelia

flotando en un lecho oscuro de agua

salpicado de flores;

ni llevaré los crueles instrumentos

del martirio en las manos.


Ya no seré cenizas arrastradas

por el viento, luego pertinaz polvo,

sobre la lacada superficie

de un piano.

La forma de mi piel

Quiero verter en la forma de mi piel

el agua de tu aliento,

que los torrentes que te fluyen

colmen mis aguas subterráneas.


De debajo de la piel

me nacen caracoles,

me crecen helechos verdes de viento

que acunan en sus brazos

los besos sin palabras.


Las cerezas en flor han estallado

al roce clandestino de mi mano

esculpiendo la tierra del camino.


Serán gotas de licor en los labios

entreabiertos, color de la pasión

colgando bajo las luces del cielo

del deseo. El viento de levante

abandonará los frágiles pétalos

en las duras aristas de las piedras.

Macondo 
 “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”

Gabriel García Márquez. “Cien años de soledad”


“Tu identidad se rompe como el agua

Y cae de la altura de los siglos”

Juan Miguel Jerónimo

Persigo las rutinas de las fechas

en la bruma del tiempo detenido,

el círculo que mantiene en tu órbita

la vigilia y el sueño que he perdido.


Has paseado tu estatura

por las calles de Macondo,

aldea literaria muerta

en el olvido de las sombras.


Me camina por dentro la soledad

de siglos y milenios,

termita que devora mis entrañas,

viento que cubre la faz de mis senderos.


¿Bajo qué lápida escondidos

yacen los bordes de mi cuerpo?


He buscado mi nombre envejecido

en piedra de memoria

que consiga inmortalizar mi esencia.

Las esquirlas del tiempo

me saltan a los ojos

cegando la identidad que me contempla.

Divinidad ausente

Voces claman dentro de las montañas

que el dolor ha construido

en la elevada cima del olvido.


Territorio alejado de los dioses

construido con perlas de destino,

con ese silencio líquido de ámbar

Y rajado en jirones de lamentos.


La divinidad está ausente

de la hojarasca muerta del otoño

que el viento de poniente

cruje con rabia entre sus dedos húmedos.


Oxígeno gorgotea en los pulmones

de seres que vivieron otro tiempo,

que nacieron de escarcha de rocío

dentro de habitaciones empedradas

de mísera tristeza

compartiendo las noches con los muertos.


Sopas ardientes quemaron sus labios

y tosieron estrellas sus pulmones,

ningún beso abrasó su frente

ni desnudaron su cuerpo ante el deseo.


Respirando angustiosamente

los últimos latidos de la vida,

se cavan sepulturas en la tierra,

bajo alguna luna florecida

en la rosada rama de un almendro.

Lo que no busco

No busco un actor para una tragedia

shakesperiana,

ni un Cid Campeador con cota de malla

sudando sangre, atravesando la dura

estepa castellana.


En el camino quedaron rotas las hojas

de los cuentos y la imagen de príncipes

azules dibujados en páginas doradas.


No busco levantar murallas chinas,

ni tapias en el huerto

que ha florecido bajo mi ventana,


Ni poner límites al horizonte,

ni malecones al mar,

ni eternizar mis huellas en la playa.

El espantapájaros

El espantapájaros
XIX octava de Miguel Hernandez

Centenario Miguel Hernandez

Centenario Miguel Hernandez
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