viernes, 4 de febrero de 2011

Herta Müller

La ciudad del puerto tiene la barriga de agua espumosa
el cielo de carne de sandía el camino rural
para el apartadero una garita de señales y ninguna vía paralela
una boca llena de viento una joroba maíz
apretado muy espetado verde
le pregunté por qué precisamente tú
tienes que marcharte con esas gaviotas de tiza y le miré
de lado mientras hacía las maletas 








Entonces vino un hombre con un diente
de oro me preguntó qué es un
paralelogramo entonces dije yo pues no
lo sé entonces dijo no importa madame
conozco a dos que lo llevan como baratija
consigo pero también como plantilla del calzado en
días especialmente fríos entonces dije yo si
así lo dice conozco también a uno
personalmente
al otro
de oídas
eso me alcanza ya
bien ordenadamente
para este malestar

Herta Müller. Premio Nobel de Literatura 2009









Herta Müller
LA AGUJA

Aún hay luz en casa del carpintero. Windisch se detiene. El cristal de la ventana reluce. Refleja la calle. Refleja los árboles. La imagen atraviesa la cortina.
Penetra en la habitación por entre los ramilletes de encaje. Junto a la estufa de azulejos hay una tapa de ataúd apoyada en la pared. Aguarda la muerte de la vieja Kroner. Su nombre está escrito sobre ella. Pese a los muebles, la habitación parece vacía entre tanta claridad.
El carpintero está sentado en una silla de espaldas a la mesa. Su mujer, de pie ante él, se ha puesto un camisón de dormir a rayas. Tiene una aguja en la mano. De la aguja cuelga un hilo gris. El carpintero tiene el dedo Índice estirado hacia ella. Con la punta de la aguja, su mujer le quita una astilla de la carne.
El dedo sangra. El carpintero lo contrae. La mujer deja caer la aguja. Baja los párpados y ríe. El carpintero le mete la mano bajo el camisón. Se lo levanta. Las rayas se enroscan. El carpintero recorre los senos de su mujer con el dedo sangrante. Los senos son grandes. Tiemblan. El hilo gris cuelga en la pata de la silla. La aguja se balancea con la punta hacia abajo.
J unto a la tapa del ataúd está la cama. La almohada es de damasco, con lunares grandes y pequeños. La cama está tendida. La sábana es blanca, y el cubrecama también. La lechuza pasa volando ante la ventana. Con un largo aletazo recorre el cristal. Su vuelo es crispado.
Bajo la luz oblicua, la lechuza se duplica. Inclinada, la mujer va de un lado a otro ante la mesa. El carpintero le mete la mano entre las piernas. La mujer mira la aguja que cuelga. La coge. El hilo se balancea. La mujer deja resbalar su mano por el cuerpo. Cierra los ojos. Abre la boca. El carpintero la lleva a la cama cogida por la muñeca. Tira sus pantalones sobre la silla. El calzoncillo parece un remiendo blanco entre las perneras. La mujer alza los muslos y dobla las rodillas. Su vientre es de pasta. Sus piernas forman una especie de bastidor blanco sobre la sábana. Encima de la cabecera cuelga una foto en un marco negro. La madre del carpintero apoya su pañuelo de cabeza contra el ala del sombrero de su esposo. En el cristal hay una mancha. Sobre la barbilla de la madre, que sonríe desde la foto. Sonríe ya próxima a la muerte. A un año escaso. Sonríe hacia una habitación situada pared por medio.
La rueda del pozo gira porque la luna es enorme y bebe agua. Porque el viento se enreda entre sus rayos. El saco está húmedo. Cuelga sobre la rueda trasera como un cuerpo dormido. «Como un muerto cuelga detrás de mí este saco», piensa Windisch.
Windisch siente su sexo tieso y contumaz pegado al muslo.
«La madre del carpintero se ha enfriado», piensa
Windisch.


De: "El hombre es un gran faisán en el mundo"

Toni Morrison

http://biografiasde.com/biografia/toni-morrison/


No temas. Mi relato no puede hacerte daño a pesar de lo que he hecho y te prometo que yaceré tranquilamente en la oscuridad, tal vez llorando o en ocasiones viendo una vez más la sangre, pero nunca volveré a estirar mis extremidades para levantarme y enseñar los dientes. Te lo explico. Si quieres, puedes considerar lo que te cuento como una confesión, pero llena de curiosidades habituales solo en los sueños y en esos momentos en los que el vapor de una tetera adopta la forma del perfil de un perro. O cuando un muñeco de farfolla sentado en un estante aparece de pronto despachurrado en un rincón de la sala y el malévolo motivo por el que está ahí resulta
evidente. Cosas más extrañas suceden continuamente en todas partes. Lo sabes. Sé que lo sabes. Un interrogante: ¿quién es responsable? Otro: ¿sabes interpretar? Si una pava real se niega a empollar, me apresuro a interpretarlo y, con toda seguridad, esa noche veo a minha mãe en pie y con su hijito de la mano, mis zapatos metidos en el bolsillo del delantal. Otros signos requieren más tiempo para comprenderlos. A menudo hay demasiados
signos, o un brillante augurio se nubla con demasiada rapidez... http://www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/200904/04/cultura/20090404elpepucul_2_Pes_PDF.pdf


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